La máquina

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No soy piloto para tanta moto, pero ¡¡vaya gusto que me doy conduciendola!!

jueves, 12 de abril de 2012

NUTRICIÓN INFANTIL IN ITINERE, Y SÁLVESE QUIEN PUEDA


Hoy me toca a mí dar el punto de vista femenino de una ruta automovilística de más de 6 horas con niño.
Como madre me preocupa (menos ahora que antes, lo confieso) la alimentación de mi hijo, pero cuando hablamos de viajar la preocupación pasa a ser estado de alerta máxima con factor de protección 50 y totalmente compartido por su padre, porque no es cuestión baladí preparar el kit de alimentos y bebidas básicos para llevar en el coche, en especial en  viajes largos. Hay que tenerlos entretenidos y razonablemente tranquilos a cualquier precio, siempre teniendo en cuenta que el límite está en no hacerlos vomitar ni coadyuvar al mareo propio de los viajees. Afortunadamente mi hijo no practica ninguna de esas dos actividades, lo que me facilita mucho el asunto.

Sabiendo que de aquello que le des la mitad es para consumo de la criatura y la otra mitad acabará por el suelo o la tapicería, se desaconseja el chocolate, caramelos (son estupendos porque no sólo quedan pegados a los asientos, si no que la saliva que generan los niños cae sobre su ropa y se la limpian con las manos que, al quedar pringosas, convierten el automóvil en una nueva versión de las cuevas de Altamira).
Una vez que tenemos la base de caramelo y/o chocolate podemos empezar a ponerle encima los gusanitos, cereales, trocitos de regaliz y gominolas de diferentes colores para que el arte infantil se exprese libremente. Los tan denostados chicles, siempre y cuando no haga demasiado calor y no se pisen una y otra vez, son menos peligrosos que una piruleta reblandecida por el sol y utilizada a modo de brocha por el artista.
Las migas de pan, galleta, patatitas y demás restos pueden considerarse males menores y aspirables, salvo que formen parte del collage anteriormente descrito.

Hay que darles agua, es inevitable, pero mejor con tapón tipo ciclistas porque, aunque sabes positivamente que se van a mojar, siempre es menos que con una botella tradicional, que cae más en plan chorro incontrolado. Los zumos es preferible dejarlos para las paradas, pero ¡OJO!, mejor que no sea de naranja, que a esta edad oir cuando vas por la autopista "¡QUIERO PIS!" te da miedo, pero escuchar "¡QUIERO CACA!" es como si sonara la alerta nuclear de Garoña, sólo que Garoña te pilla más lejos y nunca se sabe, igual ni te enteras, pero en el coche no tienes escapatoria.

Un consejo que daría a todos los viajeros con niño es que no les dejen BAJO NINGÚN CONCEPTO dar ni un solo sorbo a la Coca Cola o imitaciones. Si alguien olvida esta regla fundamental que piense en ir provisto de drogas duras, muy duras, para los padres, es la única forma de soportar los efectos secundarios de un descuido como éste.

Y si alguien piensa que ya habíamos terminado es que no tiene hijos o pertence a ese privilegiado club, del que no soy socia, con niños angelicales que se duermen al atarles el cinturón y sólo despiertan al soltarlo (mi más sincera y verde envidia para ellos); mañana más.

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